Olvídense de la química y el azúcar por un momento.
Para mí, la dulzura tiene la forma de un círculo, la ausencia de bordes. Es el primer sabor que encontramos al venir al mundo, el recuerdo imborrable del abrazo de una madre que nos dice que estamos a salvo. Es una sensación de plenitud, de calidez, una línea curva y continua que no conoce conflicto.
Si el postre es "abandono confiado", a veces corre el riesgo de convertirse en un "enemigo" del terroir, enmascarando los matices más sutiles con su opulencia. Pensemos en Pantelleria: Passito es sol atrapado, es armonía, pero nunca debe convertirse en una máscara que oculte la dramática belleza del viento y el trabajo de esa tierra extrema.
Roberto Cipresso
Consultor enologo y autor. Experto en terroir y viticultura