Me siento profundamente honrado de recibir el premio literario "Relatos en torno al vino 2025". Un agradecimiento especial a la Città del Vino (Ciudad del Vino) por este prestigioso reconocimiento.
Piensen en la vid. Es nuestra más grande maestra. Cuando sufre, cuando la tierra es árida y parece que todo está perdido, la vid no se vuelve egoísta. Al contrario, realiza un acto de increíble generosidad: produce más uva. No para sí misma, sino para garantizar un futuro a su especie, para dejar un legado. Primero la familia, la continuidad. Después, si le queda energía, ella misma. Qué lección de vida.
Esta misma lógica se aplica a las personas. Piensen en los inmigrantes italianos que hace un siglo cruzaron el océano hacia Argentina. No tenían nada, salvo su sabiduría. ¿Cómo se podía encontrar, después de cien años, un viñedo plantado por un verdadero experto véneto o piamontés en aquella inmensa tierra?
Estos hombres plantaban un árbol de su tierra de origen —un pino, un castaño— delante de su nueva casa. Era una señal, una raíz visible que decía: "Estoy aquí, y traigo conmigo mi historia, mi conocimiento". Para encontrar el viñedo adecuado, bastaba con buscar el árbol adecuado. Era un faro, una pista dejada por quienes nos precedieron.
Verán, el punto es este: la grandeza no nace por casualidad. Nace de la capacidad de observar, de leer las señales que el pasado deja en el presente. Nuestras raíces no están solo bajo tierra. Están en todas partes.
Solo hay que saber verlas.
Roberto Cipresso
Winemaker. Autore